Cuando nos levantarnos cada mañana, nos toca elegir qué nos vamos a poner, saberlo no siempre es fácil. No son pocas las ocasiones en que nos probamos diferentes atuendos hasta que decidimos cuál es el que nos queda mejor. De formas de vestir hay muchas y todas son correctas, pero lo que es importante es que sepamos diferenciar qué debemos representar en cada momento.

Algo que nos puede ayudar internamente es el pensar con quién estaremos hoy e incluso imaginar que dependiendo a quien debamos recibir nos vestiremos de una manera o de otra. También podemos pensar en cómo nos sentimos interiormente mejor ese día y entonces cambiaremos de traje. Éstos son dos de tantos factores que influyen en nosotros en el momento de escoger nuestro vestuario, como es evidente no vestiremos de sport igual que formal. No obstante, para presentar un aspecto correcto es bastante más fácil en un hombre que en una mujer, dado que su forma de vestir es mucho más clásica y no varía tanto. Todo lo contrario sucede con la forma de vestir femenina, que está en constante evolución.

Lo primero que hay que saber es la importancia que tiene esa imagen que nos representa, en primer lugar, a nosotros y, en segundo lugar, a nuestra empresa. Entre estar en el despacho sin recibir a nadie y salir de forma constante a ver o a conocer clientes hay una diferencia abismal. Cada situación requiere un atuendo diferente. Por ejemplo, si debemos ir a una entrevista de trabajo deberemos primero conocer qué empresa es, a qué se dedica y después saber y adaptar las reglas correctas para ir a dicha entrevista. En esos casos sí tendrá una importancia vital y decisiva nuestra imagen, ya que será la primera impresión que les quedará de nosotros, una imagen que, de momento, les perdurará durante unos días y podría, tal vez, influir en la decisión de que se nos contrate o de que, por el contrario, no podamos optar al puesto.

CONSEJOS CLAVE EN LAS FORMAS DE VESTIR

No mezcle ropa seria con informal, salvo que este muy seguro de lo que combinas

Cuanto más pequeña es la empresa, mayor libertad se da a los empleados a la hora de vestir.

No viste mejor quien más gasta, sino quien más le gusta vestir

Vestir correctamente según la profesión que desempeñamos

Vestir de una manera correcta para el puesto que ocupe

No pasarse en los largos de las faldas y los escotes

Las entrevistas de trabajo pueden ser uno de los momentos claves de nuestra vida. Es normal, entonces, que nos acechen las típicas dudas de vestuario y que por nuestra mente no deje de correr la pregunta de: “¿Qué me pongo para la entrevista?”. Si me preguntan a mí, diría que lo más importante es que seamos nosotros mismos sin intentar aparentar otra cosa. Esto que parece sumamente fácil, pero soy consciente de que no siempre lo es; no obstante lo que sí es seguro es que si sólo queremos aparentar se nos verá enseguida que no somos en realidad lo que estamos intentando transmitir, y no hay cosa peor que esto. Por otro lado, también soy consciente que en infinidad de ocasiones, por no decir siempre, se nos juzga bastante por cómo vamos vestidos. Pensemos que cuando se nos llama para una entrevista, el proceso de selección ya se ha hecho, ya conocen todo lo que es nuestra formación, ya se han leído perfectamente nuestro currículum y entonces lo que más mirarán seguro que serán las formas de ser, de estar y de vestir.

Entonces, ¿cómo debemos vestir? Pienso que vestir de una manera conservadora es la opción más segura y beneficiosa para nosotros, estoy convencido de que es lo que más nos puede interesar. Por nuestra parte, también deberíamos conocer los aspectos más importantes a tener en cuenta de nuestra futura empresa para poder asegurarnos las opciones que podamos tener en este aspecto. No será lo mismo ir a trabajar para una gran entidad financiera que para una empresa de arquitectura; de la misma manera que no será lo mismo ir a un bufete de abogados que a una gran multinacional del mundo de la publicidad. E, incluso, no será igual dedicarse al mundo del derecho penal que al laboral Lo que sí es seguro es que hay detalles, tanto para hombres como para mujeres, cruciales que debemos saber, ya que podría darse el caso de que con el mismo traje, sea en hombre o una mujer, llevándolo con una corbata o con una camiseta estaremos cambiando por completo la visión.

Sea el que sea el puesto a ocupar y teniendo muy claro que la formación es lo más importante para poder llegar a cubrir con éxito cualquier puesto de trabajo, es también seguro que estos pequeños matices también colaborarán a dar una imagen profesional que pueda ayudar a obtener la posibilidad de empezar a trabajar. Lógicamente al cabo de unos meses, lo que más priorizará en nuestra buena marcha laboral será, además de todo lo expuesto, que no deja de ser objetivo, nuestra manera de actuar, de ser como persona, de ser capaces de colaborar con equipos o de crearlos y de demostrar que la confianza que se depositó en nosotros ha servido para poder poner nuestra formación a la disposición de la empresa que confió en nosotros.

Una vez ya tenemos trabajo, ¿qué? Actualmente la vestimenta diaria, en el mundo globalizado que vivimos, hace que prácticamente sea igual en cualquier país, sobre todo occidental, pero a pesar de ello, la indumentaria tiene muchísimo que ver con las diferentes culturas y es por esto que no viste igual un árabe, un hindú o un occidental; aunque es casi seguro que dentro de su contexto pueden ir igual de elegantes. Lo importante es conocer bien al menos nuestro entorno y en el caso de que tuviésemos que ir a algún acto en otros países muy alejados culturalmente de nuestra manera de ser, pensemos que nosotros debemos ir con los atuendos de nuestra cultura, país o civilización.

Es seguro que a nosotros siempre nos interesará proyectar nuestra mejor imagen, pero es igual o más importante que nosotros sepamos con total seguridad qué imagen nos interesa o queremos proyectar y transmitir en cada ocasión. Quizá puede haber algún momento en que nos pueda interesar pasar más desapercibidos y no vestir mejor que el Sr. inspector de Hacienda que nos viene a hacer una inspección. O, por el contrario, ¿quién sabe si quizá lo que queremos insinuarle es que las cosas nos van bien, extraordinariamente bien? De igual manera, será importante que sepamos qué tipo de prenda deberemos ponernos para cada ocasión. Posiblemente no iremos a practicar footing con smoking ni tampoco iremos a disfrutar de la ópera Carmen de Bizet en chándal, o a una recepción con ropa muy deportiva. Si hablamos de conciertos musicales, está claro que no iremos vestidos igual a ver un concierto de Bruce Springsteen, “el Boss”, en un campo de fútbol que a ver otro de Julio Iglesias o de Josep Carreras en el Madison Square Garden de Nueva York. Cada ropa tiene su momento.

Lo que sí es cierto es que dependerá siempre de nuestra profesión, de nuestras necesidades profesionales y sociales lo que nos obligará un poco a vestir de una determinada manera y aunque jamás debemos ser esclavos de la moda, sí que nos interesara saber cuáles son los tipos de prendas más apropiadas para cada ocasión. Se vaya o no a la moda, no debemos olvidar el buen gusto ni perder nunca una elegancia natural en el vestir; debemos mantener un estilo propio, tener una gran libertad en el vestir, pero que sea acorde siempre a nuestra personalidad y manera de ser. Seguro que además con el tiempo iremos adquiriendo naturalidad. Llegar a esa naturalidad y acompañarla con prudencia y gusto nos proporcionará seguridad y estabilidad emocional.

Recordemos siempre que aunque la moda pasa, el estilo y la elegancia no, y en infinidad de ocasiones en la sencillez están las cosas más importantes de la imagen que son: el estilo, el gusto y la elegancia. En nuestro tiempo los estilistas, los llamados “grandes gurús de las empresas de moda”, cada seis meses nos invaden con nuevas propuestas de vestimenta, deberemos tener siempre muy claro qué es lo que más nos interesa comprar para que nos combine con prendas que ya tengamos o con nuestra manera de ver la moda. La gran Coco Chanel definió muy bien la elegancia cuando dijo que sobre todo era “un état d’esprit”, es decir, un estado del espíritu que no tiene que ver con ningún tipo de estatus social Para saber qué nos favorece y qué no nos pondríamos jamás, tenemos que ser conscientes de que la clave se halla en el conocimiento que tengamos de nuestro cuerpo. Es importante conocer dos palabras básicas: “combinar” y “disimular”. Hay personas flacas, gordas, altas, bajas, con mucho pecho o con poco, muy anchas de hombros o todo lo contrarío, y todos se deben vestir; tengamos claro que una ropa mal proporcionada puede ser fatal. Hay cuerpos para todos los gustos y no hay, ni existe, el prototipo de cuerpo que todos deseamos tener. Aparte de que el cuerpo que hoy impera por moda, el siglo pasado era despreciado. Todos queremos tener las mejores proporciones, pero eso prácticamente es imposible, exceptuando en unas determinadas edades. Es por esto que deberemos de “vestir” ese cuerpo que tenemos tal como se merece para intentar dar la mejor visión de él.

Conseguir un buen equilibrio entre nuestro carácter y nuestro físico es básico y para ello es imprescindible conocernos muy bien. Si sabemos combinar, seguro que sabremos qué colores podemos mezclar con otros, pero si además sabemos cómo disimular nuestros defectillos sabremos sacar el máximo resultado de nuestro cuerpo; a todo esto hay que unirle el buen gusto. Siempre gracias al vestido, o a través del vestido, lo que hacemos es tapar o no; dar mayor o menor protección al cuerpo; dar más o menos movilidad; provocar un mayor o menor agrado; ayudar a seducir, a provocar pasión o a todo lo contrario. En definitiva, lo realmente provocativo no es el cuerpo humano, sino más bien es la ropa el que lo convierte y le da la imagen que cada persona desea darle.

También es algo elemental el dónde vivamos, ya que dependiendo de la ciudad, región o país en que residamos las formas serán diferentes. Lógicamente, la vestimenta occidental no tiene nada que ver con la vestimenta de los países árabes, pero en este libro intentaré centrarme sólo en la parte occidental donde en los ambientes laborales el traje es la prenda más identificada y la más clásica.

En España, por ejemplo, la forma de vestir varía mucho entre Madrid y Barcelona. En Madrid el vestir es bastante más estricto que en Barcelona, y aparte de los colores básicos que ya he comentado, es casi seguro que las camisas, evidentemente de manga larga, irán acompañadas de unos buenos gemelos, con las iniciales del nombre bordadas a la altura del pecho, bolsillo o puño y también en muchos casos con los cuellos y puños blancos aunque el cuerpo sea de otro color o de rayas. Las corbatas irán acompañadas de una aguja para aguantarlas y posiblemente el bolsillo de pecho de la americana irá adornado con un buen pañuelo en seda que será diferente de la corbata. Y casi seguro también que los pantalones que llevarán con el blazer azul marino serán de color beige claro, no gris como en Barcelona.

En cambio, en Bilbao se viste mucho más como los ingleses, hay mucha influencia anglosajona. El hombre inglés viste mucho más sobrio y conservador que el italiano e incluso que el español. En los países Latinoamericanos la moda está más influida por Italia que por Inglaterra. En Barcelona, la influencia en el vestir es mucho más mediterránea, más parecida a la italiana. Son simplemente costumbres, formas diferentes de ver la moda o tan sólo formas de ser. La verdad es que los cambios dentro de los cánones que impone la moda, se adoptan con mucha más rapidez en las zonas mediterráneas que en el centro o sur de España. Debe ser que la luz del mar ayuda a ello.

Sea como sea, la forma del vestir es importante. A veces parece que el vestir mal está de moda, que es necesario desabrocharse la corbata y que para nada es necesario ir correctamente. Bueno, no sé qué pensar ni qué decir, pero si dejamos que desaparezca el gusto por el vestir, quizá sí que llegará el día en que todos podremos ir tan mal que lo único que se usen sean unos pantalones cortos y una camiseta y con este desorden se pierdan totalmente las formas